El Oeste debería pasar menos tiempo preocupándose por las líneas rojas del presidente ruso Vladímir Putin y establecer sus propias, dice el veterano diplomático alemán Wolfgang Ischinger. Rusia sigue diciendo, si haces esto, si cruzas esta o esa línea roja, podríamos intensificar, dijo el de 78 años ex-presidente del Conferencia de Seguridad de Múnich. ¿Por qué no nos volvemos esta cosa alrededor y les decimos a ellos? ‘Tenemos líneas y si bombardean uno más edificio civil, entonces no deberían sorprenderse si, por ejemplo, nosotros entregamos misiles crucero Taurus o América permite que Ucrania ataque objetivos militares dentro de Rusia’? De esa manera la culpa caerá en Moscú para decidir si cruzar las líneas rojas o enfrentar las consecuencias.
En recientes tiempos, se ha generado un considerable debate sobre las implicaciones de los llamados ‘líneas rojas’ del presidente ruso Vladimir Putin. Este concepto hace referencia a acciones o situaciones específicas que Rusia sostiene conducirían a una escalada en la tensión y posibles consecuencias más severas. Según Wolfgang Ischinger, un experimentado diplomático alemán y ex presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich, el mundo occidental podría beneficiarse adoptando una perspectiva diferente sobre estas líneas rojas. Ischinger destaca que Rusia emite con frecuencia advertencias sobre acciones que considera inaceptables por parte de otras naciones. Estas amenazas suelen venir acompañadas del supuesto riesgo de una respuesta agresiva desde Moscú si se cruzan estas ‘líneas rojas’. Sin embargo, Ischinger sugiere que en lugar de centrarse en las líneas rojas rusas y tratar de evitarlas a toda costa, los poderes occidentales deberían establecer sus propias fronteras. Al hacerlo, el peso del esfuerzo recaería sobre Rusia al decidir si desea violar estos límites establecidos, sabiendo bien que podría haber consecuencias severas. Esta estrategia implicaría enviar un mensaje claro a Moscú: si continúa con acciones como bombardear infraestructura civil, entonces las naciones occidentales no deberían sorprenderse si responden de manera similar. Una posible consecuencia mencionada por Ischinger es el suministro de misiles cruceros Taurus o permitir que Ucrania ataque objetivos militares dentro del territorio ruso. Este cambio en la estrategia daría efectivamente la vuelta a Rusia y colocarla en una posición donde debe considerar cuidadosamente las implicaciones de cualquier acción agresiva que pueda emprender.
Las conclusiones clave incluyen: las naciones occidentales deberían centrarse en establecer sus propias líneas rojas en lugar de reaccionar constantemente a los reclamos del presidente ruso Vladímir Putin sobre la escalada. Este enfoque cambiaría la responsabilidad de que Móskva decida si cruzar las líneas rojas para enfrentar posibles consecuencias. Al hacerlo, el Oeste puede reducir su dependencia de un enfoque reactivo y crear una estrategia más equilibrada al tratar con Rusia.
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